Hay quienes acompañaron la obra de sus esposos, otras enfrentaron la adversidad, con valentía, pero en todos los casos, guiadas por las directivas Divinas, privilegiando a esta ciudad con sus espíritus tenaces y fidelidad sin limites.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Margarita Scott Cowden


Margarita S. Cowden nació en Belfast, Irlanda, en el año 1873.
Se unió a la asamblea de los santos en Rosario a fines del año 1915, trabajando activamente entre nosotros hasta que, sintiendo que sus fuerzas la abandonaban y no podía continuar en una ciudad tan grande como ésta, decidió salir y buscar un lugar más pequeño para seguir sirviendo al Señor, y así salió de acá para radicarse en Turdera, provincia de Buenos Aires. De allí paso a Alta Gracia, de donde el Señor la ha trasladado a la gloria.
De carácter fuerte y firme para el Señor, supo servirle incansablemente; y difícil, si no imposible, será describir con exactitud cuanto ella realizó en esta ciudad. Solo Dios lo sabe, pero describiremos algunas cosas en las cuales se especializó.
“Su constancia en asistir a las reuniones en general fue ejemplar, y siempre estaba lista para dar unas palabras a los nuevos asistentes a las reuniones. Su acción entre las señoras y señoritas fue notable por su ferviente amor y solicitud desplegados en muchas formas; y cuantas han sido llevadas a los pies del Señor por medio de ella; Dios lo sabe. ¡Hermosa e imborrable obra!
Coopero con todo vigor en las reuniones de costura y en las ventas de labores, cuyos beneficios eran después repartidos entre los pobres y los misioneros de este país, y cuanto se gozaba al saber que estas pequeñas ofrendas hacían tanto bien a sus recibidores!
En la escuela dominical tuvo una numerosa cantidad de niñas, a las cuales vigiló con toda con toda especialidad y cariño, y la mayoría de quienes han sido convertidas y hoy trabajan para el mismo Señor.
No había sitio donde ella no fuese a llevar el mensaje de vida, y todavía nos parece verla yendo por las calles y dando un folleto, acompañado de una sincera sonrisa y una cariñosa palabra de invitación a las reuniones.”
“Su preocupación y abnegación hacia los pobres eran realmente admirables. Donde había un hogar que padecía necesidad, allí se encontraba sufriendo con sus miembros y dándoles para sus necesidades materiales de ese día cuanto dinero poseía y que nunca tuvo en mucha cantidad. Se han dado casos que conocemos y en los que ella padecía pero suplía en alguna forma una momentánea necesidad. En una casa de su absoluta confianza solía llegarse, tomar algún refrigerio y contar las necesidades de los demás, omitiendo las propias, con el fin de interesar a esos otros en la sublime obra, sobre la cual el Señor mismo tuvo que decir: “Siempre tendréis los pobres con vosotros, y cuando quisiéreis les podréis hacer bien”

Fueron hallados algunos documentos en los que la misma señorita Cowden deja testimonio de cómo comenzó su obra misionera y como arribó a nuestro país.

“Se me ha pedido que diga como el Señor me llamo a su servicio. Quisiera decir que no esperaba ir al exterior como misionera; pero empecé allí mismo donde fui salvada a hablar a todas las personas con todas las personas con quienes me encontraba a acerca de las cosas del Señor, y de esta manera perdí todas mis amistades del mundo. ¡Que les vaya bien!
Me adherí a la clase bíblica de la iglesia a la cual asistía, como también al grupo misionero local de esa iglesia, lo queme dio ocasión de asistir a reuniones caseras y distribuir folletos y hojas evangélicas, como también de ocuparme de otros servicios. Después tuve 2 años de preparación en un hogar de instrucción misionera en Londres, donde nos enseñaron las Sagradas Escrituras en toda su pureza. Se insistió en que el principal requisito para el servicio era la verdadera consagración a Aquel a quien deseábamos servir, se nos enseño que eran necesarias la fe en la palabra del Señor y confianza en la oración. Exactamente cuanto debo a esos dos años de preparación, solo la eternidad lo revelará, y alabo al Señor por ese privilegio. Mi llamado para servir al Señor era insaciable deseo de servirle. No sabia entonces, como lose ahora, que el impulso que sentía de hablar a las personas respecto a sus almas era obra del bendito Espíritu del Dios en mi corazón. Recuerdo haber pedido al Señor de todo corazón que si El tenia algo que yo podía hacer para Él, me abriera el camino y me guiara hacia esa obra. El Señor utilizó una palabra muy sencilla de mi parte hablada a una señora escocesa que me conocía bien. Le dije: “Cuánto me agradaría ser una misionera!”. Por medio de esta señora, el Señor puso en movimiento la cadena de circunstancias que me trajo a esta amada tierra en la cual por mas de cuarenta años he tenido el gran privilegio de servirle.
Lamento mucho que no he sido más fiel, pero, alabado sea el Señor, su preciosa sangre limpia, y alabado sea también porque Él, y solo Él es juez de lo que ha sido hecho o se ha dejado de hacer. Que muchos han oído la palabra de Dios por mis labios es verdad; incluyen no solamente a aquellos a quienes he hablado en reuniones, sino las almas con las cuales he conversado a menudo en los tranvías, en trenes por los caminos. Muy pocas personas han rehusado a escuchar, mientras que algunas me han dado las gracias por lo que les he dicho.
El Señor proveyó todo lo que me fue necesario tanto para el periodo d preparación como para los días que me equipaba para salir, pues yo no poseía nada, y muy bondadosa y abundantemente Él ha proporcionado cuanto ha sido menester en su servicio a través de todos los años.
Ha habido algunas pruebas, pero han sido pocas y leves. He comprobado de veras que Él no falta. A Él sea toda la honra. Espero que esta corta narración de hechos, de testimonio, se apara la gloria del Señor. Suya en su grato servicio.”

Así, en el hondo y piadoso tono de sus características y no fingidas palabras, sin arte, la Señorita Scott Cowden nos ha dejado un trozo de autobiografía que es un placer espiritual leer.

A las 6 de la mañana del 31 de Enero de 1957 faltando 3 semanas para cumplir los 84 años de edad, la señorita Margarita Scott Cowden, paso a la presencia del Señor.
Una hermana, doña María, comentó;
“La sta. Cowden murió como había vivido, regocijándose en el Señor”

Los hermanos de Rosario tiene para ella una profunda gratitud por su espíritu de sacrificio, modestia y fervor cristianos: testimonio que aun habla a nuestros corazones.

“Sí, y esos descendientes espirituales que tuvo en Cristo, la llamarán bienaventurada”.




Dadle el fruto de sus manos, y alábenla en las puertas sus hechos”



(Texto seleccionado del Sendero del Creyente)









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Porque no nos predicamos a nosotros mismos, si no a Jesucristo como nuestro Señor, y a nosotros como Sus siervos por amor de Jesus. 2 da. Corintios 4:5