Hay quienes acompañaron la obra de sus esposos, otras enfrentaron la adversidad, con valentía, pero en todos los casos, guiadas por las directivas Divinas, privilegiando a esta ciudad con sus espíritus tenaces y fidelidad sin limites.

martes, 5 de febrero de 2008

ELENA CATALINA MARINI DE SPOONER

Elena nace en Córdoba capital, convertida desde muy joven asiste a la iglesia en Barrio General Paz, que luego es trasladada a Br. Guzmán.
Desde muy joven estudia música, pintura e ingles con la idea de trasladarse a Inglaterra donde años mas tarde emprende la carrera de obstetricia.
En este país contrae nupcias con George W. Spooner, que estudia y colabora allí en diversas campañas cristianas.
En 1908 se radican en la ciudad de Rosario, en forma transitoria por lo que luego deciden trasladarse a Casilda, ciudad donde deciden vivir y colaborar en forma definitiva, con la obra fundada por otros misioneros de Rosario.
Elena colabora como misionera y ejerce su profesión en ese lugar, en forma muy activa, convencida de que es la voluntad del Señor el que ambos trabajaran en dicha ciudad, a pesar de que sus comienzos no fueron alentadores, aunque con el tiempo, el progreso se haría notorio. Con el tiempo la obra crece espiritualmente, y su casa se transforma en hogar de huéspedes para los diversos hermanos que visitan su congregación.
Sus dones, entre otros; el de armonista (la primera en Casilda) como también la visitación, actividad que llevó a cabo durante los primeros 20 años con un viejo Ford T, que luego fuera reemplazado por una unidad más moderna.
Así la obra alcanza 15 localidades cercanas a Casilda y Rosario.
También utiliza su entorno para predicar, tanto sus pacientes como el personal medico, supo apreciar la palabra impartida por Elena, siendo fruto de este don, la hermana Santa Esperanza de Costa, quien luego donara el terreno donde se edificara el local de Barrio Ludueña.
Por su dedicación, generosidad e intensa labor, se nota la mano de Dios en el crecimiento de la obra en esta ciudad, la cual es apoyada por el mismo afán en oración y estimulo.
El Hospital Provincial y un sanatorio de Casilda fueron escenario de su esfuerzo, allí deja esta hermana un gran testimonio, una conducta de procederes cristianos, acompañando sus predicas con un andar acorde.
Todos sus hijos hacen profesión de fe, y dos de ellos trabajan activamente en la obra.
Durante sus 6 últimos años de vida, una enfermedad fue tomando su organismo, privándola al final de sus quehaceres, pero manteniéndola firme en su carácter y convicciones.
A los 80 años pasa al descanso del Señor. En su desenlace y en presencia de enfermeras y colegas, es leído el Salmo 23, el cual había servido de consuelo en muchas circunstancias vividas por esta hermana.
La vida y obra de Elena, serán recordadas con cariño hasta que huyan las sombras y apunte el día perfecto de eterna gloria celestial.


TEXTO EXTRAIDO Y ADAPTADO DE EL SENDERO DEL CREYENTE

lunes, 4 de febrero de 2008

VICTORIA CALLEJAS DE ENGLER

En el año 1895, vivía en Puerto San Martín el matrimonio Callejas, los cuales tuvieron tres hijos, Victoria, Jerónimo, (que llegó a ser uno de los directores de El Sendero del Creyente) y Regina quien con su esposo sirvió en la congregación de Ludueña.
En el año 1900 falleció el padre a los 75 años de edad y la viuda con sus tres hijos se mudo a Rosario donde conocieron a Mariana Martín de Spooner, viuda de Jorge Spooner.
Allí en las reuniones que se celebraban en una piecita alumbrada a lámpara de kerosén, en la calle Brown 2040, conocieron al Señor, ella y sus tres hijos.
Victoria, desde su conversión fue activa en la obra en Rosario, como maestra en la escuela dominical y luego como iniciadora en la de la reunión de señoras en Ludueña.
De carácter alegre y humilde, fue siempre muy popular entre las adolescentes y jovencitas de su época.
En noviembre de 1929, contrajo matrimonio con Adolfo Engler y desde entonces vivió en Esperanza, donde demostró en todo momento ser una madre ejemplar y fiel compañera de su esposo.
El Señor la llevo repentinamente a su presencia el 8 de agosto de 1969.

TEXTO EXTRAIDO Y ADAPTADO DE EL SENDERO DEL CREYENTE
Porque no nos predicamos a nosotros mismos, si no a Jesucristo como nuestro Señor, y a nosotros como Sus siervos por amor de Jesus. 2 da. Corintios 4:5